Siempre ha existido un interés creciente por saber más sobre aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en condiciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y son socialmente exitosas. Para denominar estas características se tomó el término resiliencia. La resiliencia no es un atributo con el que se nace o se adquiera durante el desarrollo, sino que diversos estudios han demostrado que ciertos atributos de la persona tienen una asociación positiva con la posibilidad de ser resiliente. La enseñanza de las Habilidades para Vivir, como un programa dentro del currículum, puede contribuir a la promoción de estos atributos.

¿Qué son las Habilidades para la Vida?

Son un grupo de ocho habilidades o destrezas psicosociales que  ayudan a las personas a enfrentarse con éxito a las exigencias y desafíos de la vida diaria:

Comunicación efectiva: tiene  que ver con la capacidad de expresarse, de forma apropiada y según la cultura y situaciones específicas, e implica un conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que ayudan a una persona a alcanzar sus objetivos personales.

Relaciones Interpersonales: esta destreza ayuda a relacionarse positivamente con las personas, a tener la habilidad necesaria para iniciar, mantener y concluir una relación de manera constructiva.

Toma de decisiones: Facilita manejar constructivamente las decisiones en cuanto a la propia vida y la de los demás.

Solución de problemas y conflictos: permite enfrentarse de una manera positiva a los problemas de la vida. Los problemas importantes no resueltos pueden convertirse en una fuente de malestar físico y mental. Esta habilidad también se relaciona con la educación de los jóvenes de manera constructiva, creativa y pacífica, para resolver pequeños y grandes problemas cotidianos, para promover la cultura de la paz.

Pensamiento Creativo: contribuye a la toma de decisiones y a la solución de problemas, mediante la exploración de las alternativas disponibles y sus diferentes consecuencias. Aún cuando no exista un problema, o no se haya tomado un decisión, el pensamiento creativo ayuda a responder de manera adaptada y flexible a las situaciones que se presentan en la vida cotidiana.

Pensamiento Crítico: esta habilidad contribuye  al desarrollo personal y social, al ayudar a reconocer y evaluar los factores que influyen en las actitudes y comportamientos  propios y ajenos.

Manejo de Sentimientos: ayuda a reconocer los sentimientos y emociones propias y de los demás, para ser conscientes cómo influyen en el comportamiento social, y de esta manera  responder a ellos de forma apropiada.

Manejo de Tensiones: facilita el reconocimiento de las fuentes de estrés y sus efectos, para desarrollar una mayor capacidad de respuesta y control, realizando acciones que reduzcan las fuentes a partir de cambios en el entorno físico o en los estilos de vida, de tal manera que las tensiones creadas no generen problemas de salud.